Fichas para enseñar a leer y escribir
El
proceso de aprender a leer y a escribir se conoce con el nombre de
lectoescritura. Leer implica la comprensión de un texto y escribir supone la
producción de un mensaje con un determinado propósito. Se trata, por lo tanto,
de acciones con aspectos comunes pero que requieren de algunas habilidades
distintas.
La
mayoría de niños siente deseo de empezar a leer y a escribir porque esto
significa entrar en el mundo de los mayores. No obstante, no siempre los
adultos sabemos acompañar este proceso para que sea satisfactorio y se dé
adecuadamente.
¿En
qué momento empezar?
En
un contexto social como el nuestro, es habitual que el niño vea experiencias
de lectura y de escritura en acciones cotidianas y que se relacione de una
u otra manera con el código escrito.
Observar atentamente las páginas de un
libro, imitar el acto de leer o de escribir, escuchar a los adultos que leen en
voz alta, hacer deducciones o hipótesis de lo que pasará en un cuento o
reflexionar sobre lo que se debe escribir en un mensaje son aspectos que, sin
necesidad de dominar el código escrito, ya forman parte de este aprendizaje.
Este
tipo de actividades son muy relevantes y suponen, en muchos casos, una gran
diferencia entre aquellos que han disfrutado de ellas con la familia y los que
no han tenido esta oportunidad. La escuela debería tenerlo en cuenta y ofrecer
situaciones que generen un vínculo afectivo con este aprendizaje.
Ahora
bien, la adquisición del mecanismo de lectura y de escritura de manera autónoma
se produce entre los cuatro y los ocho años y dependerá de la madurez del niño.
Para empezar a leer y a escribir es necesario haber desarrollado habilidades
como: tener control del movimiento (del cuerpo y de la mano); coordinación y
agilidad visual (para discriminar las letras y seguir correctamente la línea);
una buena oralidad (articulación de los sonidos, vocabulario rico, estructura
correcta del discurso) y atención, concentración y capacidad de escucha.
Así
pues, para empezar la lectoescritura es indispensable reconocer que hay
necesidades previas que hay que atender, que cada niño tiene ritmos e intereses
diferentes y que se debe acompañar el proceso sin presiones que puedan ser
contraproducentes.
Acompañar
en el proceso
En
el aprendizaje de la lectoescritura es clave combinar la sistematización con la
creatividad y la espontaneidad, partiendo siempre de las vivencias del niño y
de su necesidad de explorar, jugar y compartir.
Una
característica de los niños es su conexión con las palabras: les gusta jugar
con los sonidos, hacer rimas, etc. Estas actividades son importantes en este
proceso, ya que les permiten desarrollar la conciencia fonológica, es
decir, la capacidad de reconocer los elementos que forman el lenguaje
(palabras, sílabas y fonemas) y reflexionar sobre ellos. Se trata de una
capacidad relevante para aprender el código escrito.
Para
guiar la adquisición de la lectura y la escritura es pertinente recuperar y
renovar las aportaciones de pedagogos de referencia como M. Montessori o C.
Freinet. Autores que nos ofrecen materiales, experiencias y una manera de
entender el aprendizaje del niño y su naturaleza que, al lado de aportaciones
más recientes en el ámbito de la psicología o de la neuroeducación, nos dan la
posibilidad de acompañar este proceso teniendo en cuenta la particularidad de
cada niño.
Materiales
que ayudan
En
este sentido, es necesario disponer de materiales para que cada niño, de manera
autónoma, pueda desarrollar habilidades distintas, y con gradación de
dificultad. Nos referimos, por ejemplo, a utilizar letras de lija, pizarras
individuales donde trazar letras o alfabetos móviles; materiales que,
ordenados y utilizados de forma adecuada, sirven para conocer el código
(asociar sonido y grafía) de una manera sensorial, ayudando a hacer visible
este lenguaje abstracto.
Vídeo
que muestra el sistema Montessori de aprendizaje de lectoescritura.
Siempre
que sea posible, es mejor ofrecer materiales autocorrectivos que permitan al
niño comprobar aspectos como si ha compuesto correctamente la palabra. Se trata
de dar oportunidades de aprendizaje, promover la autonomía y evitar que la
mirada evaluadora del adulto pese constantemente sobre el alumno.
Facilitar
la comprensión y la expresión
En
cuanto a la lectura, es necesario empezar a leer palabras conocidas y
asociarlas a dibujos o a acciones. Debemos asegurarnos que el lector podrá dar
sentido a lo leído desde el inicio del proceso y que tendrá cerca distintos
materiales para leer (carteles, palabras con dibujos, etc.), sin olvidar las
obras literarias con variedad y riqueza textual para que explore la lectura.
La
escritura deberá surgir de las frases vivas del niño, de sus ganas de
expresarse. Por este motivo, debe haber espacio para la escritura libre,
vinculada al dibujo y a la expresión oral. En la línea de lo que afirmaba Freenet,
el niño puede escribir de lo que quiera y cuando quiera, expresando en una
frase o un texto sus deseos o vivencias.
Primero
pueden ser escritos por el adulto al lado del niño y más adelante ya podrá
hacerlos solo. Para que esto sea posible, es necesario que el niño tenga
espacios y materiales para escribir sin prescripción del adulto, para hacer
garabatos y tantear su escritura o tener una libreta para hacer sus anotaciones
en el espacio exterior, en momentos de juego, etc.
Descargue aquí
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ResponderBorrar(And realistically, it has NOTHING to do with genetics or some secret-exercise and EVERYTHING about "HOW" they eat.)
BTW, I said "HOW", not "WHAT"...
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